¿Te has dado cuenta de cuán ligeras pueden ser muchas veces nuestras palabras?
“Sí, prometido, esta semana te lo tengo listo”, nos dice alguien. Finalmente, una nueva semana empieza, y todo sigue igual, nada ha sido hecho. ¿Te ha pasado esto alguna vez? A veces somos también nosotros los que prometimos y no cumplimos nuestros compromisos.
¡Afortunadamente Dios es totalmente diferente de nosotros! Fíjate lo que Él declara en Su Palabra: “Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55:11).
Puedes tener la seguridad de que sea lo que sea que Dios haya dicho, Él lo hará, cumplirá Su Palabra. Sus palabras no se pierden en el aire, ¡al contrario! Su Palabra es prosperada en aquello para lo que fue enviada, y vuelve a Dios después de haber cumplido plenamente Su voluntad.
Es por esto que, aunque en ocasiones tengas dudas, la Biblia te asegura que la Palabra de Dios “no vuelve a Él vacía”, sino que “hará lo que Dios quería” que hiciese.
Las promesas de Dios para ti son numerosas: promesas de salvación (Romanos 10:9), de paz (Juan 14:27), de sanidad (Éxodo 15:26), … Ninguna de estas promesas es una “palabra en el aire”: todas son firmes, y cumplen el plan de Dios para tu vida, querid@ amig@.
Recuerda esto a lo largo del día de hoy: Dios no pronuncia ninguna palabra al aire. ¡Todo lo que dice se cumple!
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